la leyenda de garza
- E Gutiérrez
- 13 ago
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Leyenda Chorotega-Mangue
Garza, o la playa de La Garza, es un lugar del litoral en la región de Nicoya, donde hay un reciente y pequeño poblado cuyas gentes viven principalmente de la explotación de preciosos árboles maderables, como cedros, pochotes, cocobolas y caobas. A propósito de su nombre se refiere la siguiente leyenda.
Mucho antes de que los hombres blancos y barbudos hubieran aparecido por las playas que baña el Golfo de Nicoya, ese zafiro inmenso que se engasta en la corona de cerros amatista y esmeralda que lo circundan, Diriá, Cacique belicoso, envió una numerosa expedición de guerreros a combatir a las tribus de Nosara.
Como rápidos y silenciosos coyotes, los dirianenses cruzaron por entre tupidos montes, atravesaron ríos, nadando con las armas a la espalda y se abrieron trillos de dantas bajo las cúpulas verdes de los árboles de los bosques. Al fin de dos jornadas tuvieron a la vista una de las rancherías de las gentes de Nosara.
Unos cazadores nosareños descubrieron la presencia de sus enemigos y corrieron a avisar a las gentes de los ranchos. Resonó el caracol tlícpure, llenando el ambiente de zozobra. Trataron de incendiar sus palenques, hombres, mujeres y niños se internaron en las montañas vecinas, a fin de escapar a sus invasores y tener tiempo de combatirlos en seguida.
La lucha fue sangrienta. Durante varios días flechas y hachas de ambos bandos combatientes no descansaron, clavándose en los pechos o rompiendo cabezas coronadas de plumas de lora.
Perdiendo terreno, los nosareños se iban replegando hacia la costa; sus bravos “tapaliguis” no retrocedían sin ofrecer tenaz resistencia a los dirianenses. La suerte de la lucha, sin embargo, parecía favorecer a los súbditos del gran Cacique Diriá. A pesar del coraje de sus hombres los nosareños iban a ser vencidos: cayó su jefe; los mejores guerreros fueron despedazados a manos de sus rivales; el pánico empezaba a cundir en sus filas de flecheros.
En tan apurado trance surgió una mujer que se puso al frente de los combatientes. Era una mujer hermosa y ágil, cuya piel recordaba el dorado de la canela. Volaba de uno a otro lugar, animando a los guerreros; hasta los mismos heridos recobraban el ánimo y fuerzas al verla tan animosa, gallarda y tan dispuesta a la lucha. De tal modo los animó y los guió, que al fin, los nosareños lograron poner en fuga a sus invasores.
Cuando al caer la tarde del último día de batalla los vencedores comenzaron a recoger a sus muertos y a curar a sus heridos, que vacián sobre la arena de la playa, vieron que la doncella que los había salvado de la derrota segura, estaba inmóvil, cerca del agua, desangrándose de una herida en pleno pecho. A su lado una esbelta garza morena, con el plumaje teñido en sangre, parecía acompañarla. Murió la doncella y la garza despegó sus alas en vuelo majestuoso sobre aquella playa, la playa de La Garza, y lentamente se perdió en una lejanía de fuego y de azul espléndidos.

Recuperado de Editora Las Américas. (1956). Páginas ticas: Libro para el primer año de los colegios secundarios. San José, Costa Rica: Editora Las Américas. (Leyenda “Playa de la Garza”, pp. 18–20)




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